MI AVENTURA DE NAVIDAD COMPARTIDA
MI AVENTURA DE NAVIDAD COMPARTIDA

Mi padre, anteriormente nos habría expresado su deseo de hacer parte de una labor social, a la cual todos como familia de manera clara, accedimos (sin saber que sería una gran experiencia) y con una gran inquietud acerca de cómo iba a desarrollarse toda esta travesía.
Llego el día; de madrugada iniciaron los llamados a cada una de las puertas de los integrantes de la familia, para proceder a bañarse y tomar un café para iniciar la jornada, lo siguiente fue la salida y arribar a la primera parada; el lugar donde se recogerían los diferentes regalos anteriormente recolectados para una bonita causa, “Navidad Compartida”. Amaneció y con el cielo un poco más claro se toma carretera, hacia lo que sería nuestro destino más importante en aquel día, el Sumapaz.
Poco a poco, las edificaciones fueron desapareciendo, las imágenes de las casas dejaban junto con ellas la urbanidad existente a nuestros alrededores; todo inició a ser verde, paisajes realmente indescriptibles, algo más que el paraíso para nuestros ojos y nuestra mente, al tener en el día a día solamente cosas que afectan la paz mental. Llegue al que tal vez sea uno de los mejores lugares que jamás he visto, en la corta vida que llevo; la laguna de Sumapaz, donde se dice que en el momento en que llegan personas buenas a este lugar, el cielo se esclarece y la vista es realmente perfecta, y así fue.
Una pequeña parada, para sentir el agua fría y pura; algo más claro que el cielo en sus mejores momentos, otra más adelante para algo pequeño de comer y de nuevo el inicio; lo que sin querer se convirtió en toda una odisea para arribar a nuestro destino, que aguardaba a nuestra llegada. El camino, tal vez algo distante, y con muchos obstáculos en su recorrido. En algún momento uno de los carros simplemente dejo de funcionar, finalmente se halló el problema y se logró arreglar y continuar, seguido a ello algunas otras veces sucedió con un vehículo más, los cuales fueron en principio la causa de lo que fueron, las mayores demoras para continuar, o eso era lo que quisiéramos creer.
De un momento a otro una parada sin anunciar sucedió, uno de los carros había pinchado su llanta del lado derecho en la parte trasera; al inicio fue algo complicado iniciar su desmontaje, ya que entre las personas que estábamos en este momento no se contaba con la fuerza para ejercer esa tarea específica, que ayudaría a retirar los rines. Por otro lado, en el mismo instante, mis dos hermanas y yo, en medio de la curiosidad decidimos tomar un camino más delante a pie, lo que disfrutamos por un momento, pero sin querer se convirtió en un gran error, ya que quienes se habían retrasado a la espera del arreglo del carro, al terminar no iniciaron el camino al ver que faltaba alguien.
Terminaron la tarea y “la búsqueda” culmino, en el momento en que descubrieron cual era nuestra ubicación en dichos momentos. Con algunas otras dificultades, que tal vez se me escapan, por fin llegamos a la primera gran parada, que sería una de las más importantes en todo el día; la primera vereda “La Concepción”. Al iniciar en la distancia, a la vista unos niños; quienes para nuestra gracia estarían dispuestos a pasar uno de los mejores ratos del fin de año. Con una disposición increíble, sencillez y una alegría que brotaba des sus rostros con la más simple de las sonrisas, con la que expresaban su alegría, en los diferentes momentos en los que compartimos a su lado. Mientras por un lado estábamos con ellos, en un espacio de esparcimiento; se encontraban otras personas de la logística dentro de lo que es un salón de la escuela de esta vereda, para ir acomodando los refrigerios y los demás elementos conseguidos para esta jornada.
Encontré a uno de los chicos más pequeños del día, “Sergio”, ese es su nombre. A pesar de que el parecía no entender del todo, lo que estaba pasando a su inicio, tras pasar el tiempo, disfruto como nunca todo lo que pudo; con una sonrisa disfruto de su refrigerio, en la compañía de su hermano, quien al fin y al cabo termino más rápido. Apremiaba para los niños el tiempo y de manera fugaz, con sus compañeros se dispusieron fuera del salón a jugar.
Mientras se ejecutaba la primera parte de estos juegos, él se encontraba sentado en el pasto, disfrutando las mil y una sonrisas que le producían el ver a sus amigos disfrutando del juego de la serpiente mientras terminaba con provecho su refrigerio. Seguido a ello, rota la pena de nuestros niños campesinos y tomada la confianza, quiso jugar con nosotros quienes hicimos con el parte del juego. Encantada con los sucesos y toda esa magia que circulaba, fue una de las mejores causas del día para tomar fuerzas y continuar sin importar en absoluto los obstáculos.
Seguidamente, la entrega de detalles para todos los niños. Luego, de todo el juego y la diversión llego una de las mejores partes tanto para ellos, como para nosotros en conjunto y para mí como persona. Fue realmente gratificante, el ver como en el momento de recibir el detalle, los niños con cortesía y respeto, en primera medida sonreían y en una segunda ejecutaban esta palabra: “Gracias.” Para finalizar nuestra visita, un helado, que se convirtió en una razón más del disfrute de ellos en ese espacio, algo que no esperaban y disfrutaron de una gran forma.
Inicia el camino hacia la segunda vereda “Santo Domingo”, y la verdad, aunque no me encontraba en el mejor estado de salud, por enfrentar una fuerte alergia al polvo y dolor de cabeza constante; realmente lo único que anhelaba en esos momentos, era llegar a nuestro próximo y último destino, llena de expectativas y motivación.
Al llegar a la segunda vereda, nos encontramos con un clima algo más denso, llovizna fuerte y algo más de frío. Por lo mismo, fue un poco más difícil la logística para la organización en la llegada de la gente y en la ubicación de cada una de las cosas que deberíamos colocar al servicio de la alegría de los niños. Eran más, pero nada de todo lo ya mencionado nos impidió querer continuar con el trabajo; se hizo el mismo proceso con estos chicos, con la diferencia que en algunos casos en realidad no estaban del todo dispuestos por la situación, se presentó alguna pelea entre ellos, pero igualmente se entiende, son infantes y nada nunca ha sido realmente “fácil” en algún tipo de escenario para ellos. Allí, se logró un poco más de conocimiento del espacio, se compartió mas con la gente y se vivieron y sintieron aún más sus identidades y sentimientos.
Entendí y disfrute la delicia del queso campesino con una producción propia de las comunidades campesinas, disfrute la sensación de comer unas vísceras que hace un corto tiempo habrían sido extraídas de la vaca y cocinadas mientras se ejercita nuestro objetivo; sentí realmente los fríos del campo con lo poco que tenía para cubrirme de él y capte el por qué la producción correcta de una buena ruana era tan necesaria y básica desde la persona de mayor edad hasta la de menor, de quienes habitan este hermoso territorio . Entendí, que la felicidad no viene de cosas materiales o que se pueda producir tan solo por dinero, porque disfrute lo que es desconectarse por un día y tener la oportunidad de vivir por un día en el campo, con dificultades, frío, con un poco de comida y con los diferentes frenos de movilidad dentro de ella.
Final del día; algo de cansancio y hambre, pero realmente no sentí ninguna de estas dos mientras me encontraba en el camino. Vivencie el que tal vez, fue uno de los mejores atardeceres de mi vida; un cielo de distintos colores, y la naturaleza totalmente en paz, en su pureza infinita y divina ante mi vista, algo que, sin mentir, todos en alguna oportunidad debemos vivir.
Tal vez no fue lo que en algún momento espere; porque, nunca creí que esto me fuera a marcar de esa forma. Siempre he sido fanática de estar y compartir con niños de alguna manera y considero que esa fue una de las mejores formas de culminar mi año 2017, haciendo posible la felicidad de otros, por un rato, desde lo más sencillo de mi personalidad y conocimiento.
Como experiencia familiar, personal y grupal; considero que todos dejamos huella o en doble vía quedamos con alguna huella; creo que ese día fue uno de los que mejor inversión de tiempo, dinero y espacio hemos ejecutado y que sin pensarlo una vez siquiera, repetiría las veces que la vida me lo permita, mi aventura de Navidad Compartida.
POR:
Katherine Ruiz.
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